He aceptado al Señor en mi corazón

Conversion de un ateo a creyente. He aceptado a Dios en mi corazon | Ximinia

Dios me ha librado del camino del ateísmo; me abrió los ojos y ahora recorro el camino de la verdad, el camino de Dios.

Antes que nada, buen día y bendiciones para todos. Hoy, con toda alegría y regocijo, vengo a decirles que estoy feliz y estaciado por haber encontrado la verdad. Estoy feliz e iluminado por haber aceptado a Dios en mi corazón.

Puesto que muchos han de estar confundidos y en shock con estas palabras mías, creo que debo una explicación.

Recientemente, he aceptado al Señor en mi corazón. Dios ya vive en mí. Inspirado en el amor de su hijo que murió por nosotros, Jesucristo, hoy grito a los cuatro vientos que soy un feliz creyente del plan divino de Dios todopoderoso. ¡Alabado sea el Señor! Lo que deseo ahora es pedirles a ustedes que hagan lo mismo. Que abran sus corazones y dejen entrar a Dios; no lo dejen esperando, háganlo pasar, y no se arrepentirán.

Es muy fácil burlarse de la creación de Dios y de su santísimo hijo Jesús. Es muy, muy pero muy fácil burlarse de Jesús y de su increíble vida en la Tierra, pero también hay que buscar en nuestro corazón. Hay que encontrar la verdad de Dios en nuestro corazón, porque a fin de cuentas, somos su más grande creación. Con ésto quiero decir que Dios, nuestro Creador, es el único camino hacia la salvación.

Atrás, en el pasado, en el olvido han quedado los días en que, como ateo, buscaba racionalizar en mi mente el porqué no podía creer en el amor de Cristo. Oh, Señor, qué equivocado estaba. ¿"Ateo"?, ¡Qué horror, Dios! ¡Qué palabra más horripilante! Cómo pude estar cegado por tanta maldad. Obrar ahora bajo esas ideas creadas por el Tentador me es imposible. Es por eso que hoy les dejo solamente un pensamiento, un consejo divino que el propio Creador me hizo el honor de regalarme, el pensamiento de buscar al Señor.

Porque buscar al Señor es buscar la salvación, y encontrar la salvación es encontrar al Señor.

¡Señor! Oh, Señor, tú que todos lo ves y todo lo sabe. Tú que eres infinitamente grande e infinitamente amoroso, te pido por quienes leen estas líneas, te pido que ilumines sus corazones y los hagas ver la luz... la luz de la verdad. ¡Haz que recapaciten como yo lo hice! Arrepiéntanse todos, que el regreso de Cristo será más pronto de lo que ustedes creen.

Así es, amigos míos, he dejado la blasfemia y las herejías de lado. Hoy, y lo digo orgullosamente, creo en Dios. Creo en su amor, creo en su inmenso poder. La prueba de su existencia siempre estuvo ante mis ojos; la prueba de su existencia soy yo mismo. ¿Cómo dejé entrar a Dios, a su hijo Jesús y al espíritu Santo en mi corazón? Yo no fui, fue Dios quien abrió las puertas de mi corazón y me dijo la verdad.

Un milagro, sí, un milagro es lo que hoy me ha convertido en el creyente más ferviente del mundo. Hoy me siento el corderito más afortunado del planeta porque ahora pertenezco al sagrado rebaño de Dios, quien guía mi camino hacia la salvación.

El milagro fue el siguiente: me encontraba... hasta me da pena decirlo, porque son espantosos los ideales en los que me encontraba viviendo, me encontraba... en una convención ateísta. Estaba atrapado entre las garras del Maligno, pero llegó Dios y me tendió la mano... ¡No puedo evitar llorar de felicidad al recordar éste glorioso momento!

En medio de la conferencia, cuando blasfemos negaban la inmensa gloria de Dios, no sé por qué, pero me puse a orar. Simplemente me nació la necesidad de orar, nunca lo había hecho, pero lo hice con tanta pasión y con tanta alegría, con tanta fuerza, que parecía que ya lo había hecho durante toda mi vida. De repente, de la nada, la bolsa de papitas que minutos antes me había acabado por completo... otra vez estaba llena. ¡Fue un milagro! Un milagro de Dios, quien se hizo presente en ese momento para salvarme. No había nada en la bolsa de papitas, y después de una oración, la bolsa estaba repleta de papas; ¡Era la prueba divina de Dios! Tanto tiempo viviendo con ideas equivocadas y en los brazos de Satanás. ¡Qué grande eres, Dios!

En ese mismo instante, salí corriendo de ahí, y me fui inmediatamente a la casa de Dios para entregarme a él y pedir perdón por la vida de pecado que hasta ese momento llevaba. Y Él me perdonó, porque Él me quería a su lado, y hoy sé, con toda certeza, que yo también lo quería a mi lado. Amén.

Sin más ni más, he aquí la prueba del inmeso amor de Dios. Soy un afortunado por haber sido puesto a prueba con un milagro y haber sido bendecido con una revelación de mi santo padre:


Bolsas de papas Chips vacias que luego fueron rellenadas por Dios. Un milagro divino | Ximinia
Oh, Dios, qué grande eres. Qué afortunado somos al poder presenciar ante nuestros ojos este maravillo milagro. En la foto, pueden ver claramente que una luz misteriosa ilumina las papas de queso y chile, cuando tomé la imagen, la luz no estaba... ¡Es Dios y sus misteriosas formas de decirnos que existe!


He aceptado al Señor en mi corazón He aceptado al Señor en mi corazón Reviewed by José L. Bravo on 9:42 p.m. Rating: 5

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