¿Clásico?

En el Clásico pasó lo que tenía que pasar: nada...

Ya se esperaba un partido así, cerrado, dos equipos que salieron a la cancha a especuliar; sin hambre de triunfo, sin hambre de ganar, sin hambre de llevarse el partido más importante.

Una vez más el Clásico entre América y Chivas nos quedó a deber. ¿Y qué podíamos esperar de dos equipos irregulares? Dos equipos que víven de la mediocridad de los otras escuadras que están peor que ellos. Ante un lleno casi total, vimos un inicio prometedor y esperanzador con un América lanzado al ataque con mucha velocidad y despliegue de un aceptable buen fútbol, pero eso duró unos cuantos minutos en la primera parte, después Chivas supo contrarrestrar el vendaval americanista y terminó equilibrando el partido.

Los porteros una vez más volvieron a ser factor en un Clásico; el gigoló Ochoa salvó dos muy claras y Luis Michelada soportó muchos disparos a puerta, aunque también el oso Vuoso falló (que raro) ocasiones de gol. Para la segunda mitad, a diferencia del primer tiempo, rojiblancos y millonetas ya no generaron jugadas de gol, vaya, ni jugadas de peligro y ni aproximaciones, y el partido terminó siendo una basofia.

Una vez más la malaria del fútbol mexicano se hizo presente; los técnicos salieron a ver si de pura suerte anotaban un golecito, que no les anotaran goles, o a esperar errores del rival mientras veían correr el tiempo y esperar el final. Una vez más el conformismo pisó la cancha y los jugadores, cuerpo técnico se conformaron con el empate; sin convicción, ambición y sin pasión, los dos se llevaron el tan anhelado punto, haber si eso les sirve para calificar, estoy seguro que sí, es el fútbol mexicano, y aquí... todo es posible.