El domingo 15 de septiembre, el país azteca vivió la cúspide de su celebración de independencia con el famoso Grito del 15 de septiembre, una celebración, un momento lleno de pasión y emoción... aunque a algunos les ganó tanto la timidez, que nunca supieron cómo actuar ante tal patriótico momento.
¡Sí, hablamos de Peña Nieto y la ceremonia del Grito de Independencia 2013! Una celebración que marchaba muy bien, que lucía aceptable, donde la pasión del mexicano se veía y se escuchaba, hasta que llegó Enrique Peña Nieto, Presidente de México, a deprimir a todos en el evento, ya que, cual emo a punto de suicidarse, comenzó a decir el famoso discurso de independencia con unas ganas... con una pasión... con un sentimiento... qué pa' qué les cuento.
La familia Real y el México falso
Vamos con lo primero. El 15 de septiembre, en México, se celebra el Día de la Independencia (como en la película, pero sin extraterrestres y sin naves a punto de atacar al país), y la noche del mismo día, el Presidente en turno, tiene que salir al balcón presidencial a decirle a los mexicanos lo que ya saben: que son libres y mexicanos, y que hay que sentirse orgullosos de la sanguinaria y violenta independencia que México vivió hace más de 200 años.
Por supuesto, como en todos los países americanos (sí, América es un continente, por si pensaban que era un país) la idea de todo esto es celebrar el hecho de que no dependemos de ningún otro país (aunque no lo parezca). Celebrar que otro país ya no decide sobre nosotros (aunque no lo parezca) y celebrar el hecho de que logramos vencer a nuestros colonizadores y espantarlos para siempre, para así ser libres (aunque siempre lo fuimos, pero en el sentido de pertenencia).
En México, ocurre algo muy especial, el mexicano, en estas fechas, es cuando se siente más mexicano. Sí, suena absurdo, pues no tiene que existir una fecha en especial para uno sentirse "más mexicano", pues todos los días el mexicano debe sentirse mexicano; orgulloso de sus orígenes, de sus raíces y de su increíble cultura. Pero, repetimos, estamos hablando de México, un país doblemoralista y tremendamente hipócrita, además de súper wannabe.
Durante el mes de septiembre, y especialmente el día del Grito, el mexicano saca su lado más mexicano, y ahí se pone como loco a gritarle a los cuatro vientos que como México no hay dos (sin tomar en cuenta la teoría del Multiverso, por supuesto), y se siente orgullosísimo de su país y de su cultura. Todo es bonito, todo bien alegre y chingón durante estas fechas; fechas patrias donde el mexicano deja un momento la violencia y su nula educacion, y se pone a festejar patrióticamente, diciendo qué lindo es mi pais y, repitiendo una vez más (y muchas veces más) que como mexico no hay dos (y afortunadamente no lo hay, sino ¡imaginense!).
Pero después, todo este patriotismo se convierte en patrioterismo, y el "orgullo" desaparece, pues luego ahí estamos avegonzándonos de nuestras raíces, de nuestra cultura y de nuestas actas de nacimiento. Para luego ir a imitar a nuestros vecinos del norte; agringándonos a todo lo que da, haciendo cosas "nice" y adquiriendo modas de otros países, ignorando nuestra cultura y haciéndola de menos.
Y esto no es todo, ya cuando el mes de septiembre pasó, regresamos a nuestra realidad, y luego ahí estamos rayando nuestros propios monumentos, faltándole el respeto la memoria de nuestros "heroes" nacionales con la excusa de las protestas. Sacando nuestro lado más salvaje y mexicano.
Así son las fiestas patrias en México, un reflejo de la sociedad mexicana. Un día somos bien mexicanos, y al otro estamos besándole el trasero a la "cultura" gringa, a la europea, a la asiática y a cualquier cosa que nos haga sentirnos menos mexicanos, o menos nacos.
Y de esta manera, el 15 de septiembre, México celebra su lado más mexicano.
Y claro, en estas fechas, no podía faltar la desigualdad, el elitismo y el clasismo en su máximo esplendor. Hablamos de la familia real, o sea, la familia del Presidente, que como pudieron ustedes ver, no representan para nada al mexicano promedio --en todos los aspectos que ustedes me digan--.
Ahí vimos llegar a la familia de Peña Nieto, con sus hijas (que a algunos les caen mal, no sé por qué) que lucían lujosos vestidos carísismo de marca. Ángelica Rivera, vistiendo también un vestido muy elegante y de diseñador, con el bolso más exclusivo de Gucci, etc. Y Peña Nieto no se quedaba atrás, pues llevaba un traje hecho especialmente para la ocasión (según mis fuentes cercanas a la presidencia).
Y entonces, la dichosa familia, sale al balcón para recordarnos una vez más la impresionante desigualdad social de este país. Restregándonos en nuestra cara que en dicho país existen personas inferiores, no por sus ideales, sino por su posición social, por lo que tiene y lo que no tiene.
Y luego de la muestra de elitismo, llegaría el momento cumbre, el "grito" del Presidente.
El pseudogrito de Peña Nieto
A este protocolo, durante cada sexenio, los presidentes le imprimen su propio estilo (o lo intentan), le ponen su propia garra, su propio talento y hasta tratan de demostrar pasión al momento de gritar dicho texto patriótico. Como Vicente Fox, que en las cinco ocasiones que le tocó dar el Grito, parecía que estaba en una fiesta en su rancho con sus cuates. O el catedrático Calderón, que emanaba tanta pasión y orgullo, que hasta parecía que estaba a punto de llorar como Pedro Infante.
Y eso que no nos vamos más atrás con los anteriores presidentes --lo haríamos, pero tenemos un contrato firmado que no nos permite hablar de los presidentes antes del año 2000--.
Pero estos gritos tan enfáticos de los presidentes cambió en este 2013, ya con el PRI de vuelta en casa.
Y es que el mandatario tricolor, el gran centrista Enrique Peña Nieto, al momento de decir el solemne discurso (que muchos mexicanos no entienden), en donde se evoca los nombres de los héroes anarquistas, más que estar diciéndole al pueblo mexicano un discurso de celebración de independencia, parecía que estaba en un recital de la escuela, obligado por su mamá y sus maestros, ya que cuando se dirigió hacia el público reúnido en el Zócalo (y a todo México que veía dicho acto por Televisa y TV Azteca) lo hizo con una actitud pasmada y con una emoción de moribundo. Espantando y con un evidente pánico escénico.
Tieso, tenso, lento, pasmado, gris, ofuscado, apagado, confundido; nervioso, temeroso (tal vez de no equivocarse). Demasiado preocupado por lucir natural y por no hacer el ridículo; demasiado preocupado por no verse sobreactuado, y demasiado preocupado por expresar un discurso genuino pero sin perder el estilo político. Y al final, el resultado fue un Presidente acartonado, sin pasión, sin emoción, sin efusividad y sin dejarse llevar por el momento. Casi inexpresivo, al estilo Peña Nieto.
Un Presidente que se dejó llevar pero por sus instintos de político que por su patrotismo; más bien parecía que estaba dando el informe de gobierno que el Grito de independencia; su tono y su seriedad era el adecuado pero para un entorno más serio, para una junta o una reunión de carácter 100% político, y la celebración del 15 de septiembre no es un evento tan político.
Peña Nieto nunca se soltó, nunca encontró la actitud adecuada para hablar ante el pueblo, y su grito se convirtió en uno bastante soso, corriente y sin chiste. Un momento de humor involuntario lo de Peña Nieto. No sintió el momento, no sabía lo que estaba haciendo. ¿Verdad que usted se esperaba algo más? Por lo menos hubiera fingido, así como finge estar preocupado por los damnificados por las inundaciones.
¿Y usted cómo vive estas fechas? ¿Usted también nada más es mexicano en septiembre? No importa cómo lo festeje, no importa si finge sentirse orgulloso, y más aún, no importa si usted es un mexicano wannabe, que se olvida de sus raíces y de su origen y que prefiere imitar modas, culturas e ideales extranjeros, no importa, al fin y al cabo, usted siempre seguirá siendo mexicano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cada mensaje que nos llega de ustedes, cada mensaje que se publica en Ximinia, lo leemos y (en el 99% de los casos) lo respondemos. Por favor, sigan escribiendo, solo pedimos buen criterio. Aquí hay lugar para casi todo: réplicas y contrarréplicas, críticas y datos duros, sugerencias de lecturas, humor, muestras de inconformidad y de indignación y, por supuesto, bromas. Solo pedimos civilidad y respeto. Más información.