Ni robo ni decisión dividida, simplemente ganó el que más propuso.
Era una de las peleas más esperadas del año, de la cual se esperaba mucho, pero lo único que terminamos viendo fue un juego de ajedrez donde nadie se atrevió a hacer jaque mate.
Es el combate entre el mexicano Juan Manuel Márquez y el estadounidense Timothy Bradley, pelea por el Campeonato de la OMB, donde el favorito, Marquéz, no pudo conseguir su quinto triunfo en esta división.
Y si no consiguió imponer condiciones, fue porque, durante todos los 12 rounds, estaba esperando dar otro golpe pacquiano, es decir, conectar un derechazo que mandara a la lona al moreno Bradley, cosa que nunca ocurrió. Una pelea muy cerrada, pero que, a mi parecer, era para que Márquez se quedara con el triunfo, ya que éste nunca lanzó los golpes suficientes.
Luego de vencer a Manny Pacquiao (con un golpe de suerte, según el propio Manny), Márquez llegaba con la mecha encendida, amplio favorito para derrotar al gringo --su edad (40) no sería más que una simple anécdota, pues no sería factor en la pelea--, y con muchas posibilidades de hacerlo, pues Bradley no es mejor que Márquez (¿quién demonios es Bradley? Nadie lo conoce), pero nadie contaba con que Juan Manuel saldría un tanto pasivo (casi como Chávez Jr.), esperando al rival.
Y este fue el problema de Márquez, que salió a especular, por un momento esto se entendía, pero mientras los rounds iban pasando, uno esperaba que Márquez fuera más al frente a buscar al oponente, siendo además que tenía las armas para hacerlo.
Tim Bradley salió medio a proponer, quiso imprimirle velocidad, pero no lograba hacerle daño al mexicano. Mientras tanto, "Dinamita" Márquez no se movía, no buscaba al rival, no atacaba, estaba esperando y viendo en qué momento dar el golpe letal.
Los primeros episodios fueron intensos, y hasta el número 8 fue cuando las cosas subieron de tono, pero Márquez se veía mal, no conectaba golpes, y lo peor de todo, es que Bradley era quien más acertado estaba.
En el último round, ambos peleadores se van con todo, y Márquez es quien recibe el último disparo, que lo hace tambalearse, pero no tanto por el golpe, sino porque dicho guantazo lo desequilibra, y da la impresión de que queda seminoqueado (o es lo que alcance a apreciar).
Al final, el triunfo se lo dan a Bradley, y en mi opinión fue una decisión acertada, pues si bien Márquez dio golpes más efectivos, el estadounidense también fue quien lanzó más golpes y fue quien salió a hacer la pelea. Bradley no especuló tanto, no esperaba y no se quedaba esperando a ver qué tenía el otro.
Claro, como buen mexicano, no podían faltar las excusas; Márquez, después de la pelea, inconforme con el resultado, sale arremetiendo en contra de las ratas los jueces, argumentando que él había sido mucho mejor, que había conectado más golpes, y que ya no entiende a los jueces, pues para ganar una pelea, parece que hay que noquear al oponente.
"No sé qué quieren, ¿tengo que noquearlo para ganar?", repetía Márquez.
Pues si hubieras ofendido un poco más, si hubieras salido un poco más decidido, tal vez otro resultado te hubiera tocado. Eras el favorito, y lo desperdiciaste especulando ante un rival que no exigía demasiado.
De esta manera, Juan Manuel Márquez se queda corto y no puede conseguir otra victoria, que hubiera dado paso, quizás, a una quinta pelea ante Pacquiao --porque ya ven que todo quieren que se vuelvan a matar--.
Márquez puede dar para más, mucho más que lo que mostró en esta pelea, pero tiene que darse cuenta de su potencial, tiene que darse cuenta que es mejor que su oponente.
Fotos | AP
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