Un ejercicio político y democrático que termina siendo un acto de campaña más. Así son los debates en México.
Poco qué comentar sobre el segundo debate presidencial, pues lo expuesto por los candidatos ya lo hemos escuchado en el anterior debate y durante todo lo que llevamos de campañas (inclusive antes de las campañas). Se trataron distintos temas, pero las propuestas de los candidatos fueron las mismas de siempre: soluciones utópicas y hasta mágicas. Todos (o mejor dicho, la mayoría) argumentaron, pero lo hacían con argumentos flácidos, o en el peor de los casos, vacíos, argumentos sin contenido.
Me parece que todos proponen más o menos las mismas cosas pero a su manera. Eso sí, sólo uno tiene la solución, el otro no. Esto me recuerda a las religiones que abundan por el mundo: cada una de ellas dice ser la única ya verdadera, las demás son falsas. Por supuesto, esto no es más que una simple y llana coincidencia.
El que sí volvió a enseñar el cobre, pero ahora con más enjundia, fue López Obrador, quien literalmente se puso a insultar a Ricardo Anaya; y cuando se lo reprochaban, ¿cómo creen que respondía? Pues con ataques personales. Todos me parecen falsos, mentirosos y superficiales, pero AMLO se cuece aparte. En este segundo debate vimos lo siniestro que puede llegar a ser, ya que pasó de cómico y "simpático" a una persona poseída por el odio.
Todos se dijeron de todo. Se acusaban con mentira y verdades, y se respondían con verdades y mentiras. Por supuesto, debate no hubo, y eso que cambiaron el formato del debate; los moderadores en esta ocasión fueron Yuriria Sierra y León Krauze, que a diferencia de los anteriores moderadores sí intentaron que los candidatos respondieran las preguntas. Pero ésto, que los candidatos no se hicieran patos con las preguntas, fue complicado, y al final los candidatos, me parece, terminaron saliéndose con la suya.
En este debate se intentó innovar al invitar a un cierto número de público en el foro, quienes además hicieron algunas preguntas, y aunque la idea era buena, fue bastante fallida. Las preguntas estaban mal formuladas, estaban preparadas (habían sido elegidas previamente); no eran preguntas que propias del público, y todos preguntaban casi lo mismo o se enfocaban en un mismo tema. Además, pusieron a preguntar a cualquiera, como la señora (que ahora sabemos que se llama Doña Tere) que hizo una pregunta (o eso fue lo que intentó hacer) como si estuviera buscando una dirección, porque estaba perdida y no sabía lo que estaba preguntando.
Así como en el primer debate, la conclusión sigue siendo la misma: pobre México.
Foto | EFE
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