Ni la tormenta más fuerte puede detener el negocio del futbol mexicano

El árbitro es una marioneta, manejada por varios jefes que nadie sabe quiénes son, y para suspender un partido, hay que hablar con cada uno de esos jefes.

El futbol mexicano es un negocio. El futbol mexicano gira alrededor de los intereses comerciales y, sobre todo, televisivos. Lo deportivo es algo secundario. Así lo comprobamos con nuestros propios ojos el pasado 13 de septiembre, durante el partido de la jornada 8 del Apertura 2014 entre Monterrey y Chivas, en un partido que de ninguna manera debió de haberse jugado.

No tuvo que haberse jugado ni un minuto, porque las condiciones no lo permitían; había una tormenta impresionante, lo que había inundado el campo por completo, y obviamente aquello estaba convertido en un potrero donde no se podía ni caminar. El balón no rodaba, había charcos que parecían lagunas, y el peligro de una lesión era del 95%. Pero, ¿qué pasó? Que el árbitro, Miguel Ángel Ayala, permitió que el partido se desarrollara durante 12 minutos, donde simplemente no se pudo jugar al futbol, y donde hubo un lesionado, Hiram Mier, quien estará fuera por un buen tiempo, todo gracias al árbitro que se negó a usar el sentido común.

No había que jugar nada, solo era cuestión de salir a pisar la cancha, ver y sentir la tormenta caer sobre tu cuerpo para suspender el partido --no sólo porque no se podía desplegar ningún tipo de futbol, sino porque además la integridad de los jugadores estaba en peligro--. En cualquier otra parte del mundo (o en la mayor parte del mundo), el árbitro observa el estado del campo y cancela el encuentro de inmediato --es más, los jugadores ni salen al campo--, pero aquí eso no sucedió (porque como dijeran los Caifanes, aquí no es así). Y por si fuera poco, el árbitro ni quería detener el partido, pues cuando por fin se decidió a detener el partido (después de 12 minutos donde los jugadoes parecían marranos revolcándose en el lodo), se puso a hacer tremendo circo mediático que me dejó con los ojos cuadrados.

Partido de la jornada 8 entre el Club Rayados de Monterrey y las Chivas del Guadalajara, que se suspendio por lluvia. Liga MX, futbol mexicano de Mexico | Ximinia

Primero, el árbitro llama a los capitanes y les dice que el juego no se puede desarrollar porque la cancha y el clima lo impiden --¿en serio? ¡No me digas! Tardaste 12 minutos en darte cuenta--, pero después, cuando todo mundo esperaba que el árbitro tomara el balón y dijera que el juego se suspendía (lo obvio, lo lógico)... resulta que se va a consultar con un señor que supuestamente es el comisario para consultar y ver si le dan permiso de suspender el encuentro, ¡Hágame usted el lluvioso favor! Ahora resulta que la máxima autoridad no es el árbitro, sino un comisario que está fuera de la cancha con su chaqueta de cuero y un teléfono satelital, como de esos teléfonos blindados que utilizan los narcos para no ser localizados.

Desde aquí ya estamos muy pero muy mal; el árbitro, por sus huevos, tuvo que haber cancelado el partido al hablar con los capitanes, y punto --nada de consultar con nadie--. Pero no, Ayala tuvo que pedirle permiso al comisario. ¿Que no está viendo que no se puede jugar? Y suponiendo que el comisario dice que no, que no le dan permiso de detener el partido, ¿el árbitro reinicia el encuentro? Digo, porque si vas a pedir permiso es porque tú crees que sí se puede seguir jugando, ¿no?

Y tampoco es que el árbitro en realidad le haya comunicado al comisario que el partido se iba a suspender para hacerlo oficial, claro que no, eso lo haces después. Ni que fuera un programa de televisión... ¿o sí?

Pero esperen, que después se vino lo increíble. Luego de que el árbitro se acerca con el comisario para decirle que el juego no puede seguir, en una imagen realmente surrealista, dicho comisario saca un télefono (quizás de un sombrero) para realizar una llamada, todo ésto mientras el mismo comisario hacía la lucha para realizar dicha llamada porque la tormenta era tan fuerte que casi se ahogaba --como todos los que estaban en el estadio--. ¿Y a quién le llamaba? Supuestamente a Bonilla, director de no sé qué (¿acaso importa? En el futbol mexicano los cargos son lo de menos).

Ocurrió más o menos así: el comisario le llama a Bonilla, y entonces Bonilla realiza otra llamada pero ahora para contacar con Decio, y seguramente el gran Decio de María también realizó otra llamada pero para hablar con Morfeo, para que éste lo contactara con el Oráculo para que le dijera si el partido puede continuar o debería suspenderse.

¿Suena estúpido? Pues es lo que ocurre todos los días en el futbol mexicano, y es lo que ocurrió en éste partido. Ya en serio, no tiene sentido hacer llamadas para suspender un partido de futbol cuando obviamente tienes que suspenderlo, ¿acaso esperabas una respuesta como "Lo sentimos, pero los jefes dicen que el partido tiene que continuar"?

Lo único que nos deja todo éste circo (que supera por mucho al Circo del Sol) es que en el futbol mexicano mandan los que no deberían de mandar, y en éste partido lo vimos claramente, con nuestros propios ojos. El árbitro no tiene ningún tipo de autoridad; tuvo que "preguntar"/"avisar" para suspender el partido, y luego esperar a que "alguien" (no sabemos quién) le diera luz verde para suspender el partido. ¿Cómo podemos explicar todo esto? Pues la única explicación es que los intereses comerciales eran lo que no permitían que el partido se cancelara.

Al árbitro le dicen que lo más importante es realizar el partido, pase lo que pase, inclusive si hay una tormenta de nieve, no importa si la integridad del jugador está en peligro, el partido debe realizarse porque los dueños necesitan que el negocio gane, gane y siga ganando. ¿Quiénes son los dueños? Las televisoras. Es por eso que tantas llamadas, para avisarle y pedirle permiso a los recogidos de Emilio Azcárraga que el partido se tiene que suspender.

Que a nadie le extrañe que la llamada del comisario era para Televisa, quien tuvo que tomar la decisión si suspender el partido --lo cual significa perder dinero y quedar mal con sus anunciantes y demás socios-- o continuar con el mismo --lo cual hubiera significado cumplir con los grandes contratos publicitarios y no perder nada--. Y todavía los intelectuales comentaristas ni siquiera se inmutaron con lo que estaban viendo, y cómo no, si ellos ya saben de qué se trata todo, ya que nada más leen lo que les dicen.

En pocas palabras, lo más importante, lo primordial del futbol mexicano es que el negocio no tiene que verse afectado de ninguna manera, no importa si ésto implique usar a los árbitros como títeres o a los futbolistas como esclavos. A fin de cuentas, todo es un maldito negocio, donde las televisoras (en este caso, Televisa) son las que mandan y las que deciden, inclusive hay que perdirles permiso para aplicar el sentido común.

Mientras el futbol mexicano siga siendo un negocio y siga siendo manejado por mafiosos, el futbol mexicano seguirá atascado en el lodo.



Foto | Mexsport


Ni la tormenta más fuerte puede detener el negocio del futbol mexicano Ni la tormenta más fuerte puede detener el negocio del futbol mexicano Reviewed by José L. Bravo on 9:03 p.m. Rating: 5

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