Lo atractivo y delirante del programa no es la propuesta o el concepto o la innovación que el programa buscaba, sino las actitudes, los gustos, las vidas y las reacciones de los protagonistas de la serie.
Como las ideas ya están totalmente explotadas y exprimidas hasta el cansancio, la televisión tiene que recurrir al recliclaje, y es por eso que en Nat Geo se estrenó la serie Los superhéroes del cómic, hecho por y para nerds y personas con traumas que estén buscando personas iguales a ellos para no sentirse... solos.
¿Qué es ésto: una serie documental falsa llena de clichés que parodia a los fanáticos de los cómics? No... Bueno, en parte sí, pero en realidad se trata de una serie sobre unos tipos (con muchos problemas psicológicos) que son amantes de los cómics, de las figuras de acción, juguetes de personajes de películas, afiches, y/o cualquier otra cosa típica de los nerds que los haga olvidar por momentos sus traumas infantiles, olvidar que no tienen a nadie que los quiera más que sus historietas, y distraerse (aunque sea por un momento) para intentar olvidar que aún son vírgenes. Básicamente, de ésto trata la serie.
Si han visto los programas donde gente busca, regatea, vende y hace locuras para conseguir objetos de valor de cualquier tipo, pues es más o menos lo mismo, nada más que aquí con la temática de los cómics y nerds, una increíble bola de nerds que dejan a la serie The Big Bang Theory como Los Soprano.
A mí no me llama la atención los cómics ni nada por el estilo, así que fue complicado comenzar a ver dicha serie, pero luego de cinco minutos, me atrapó un poco. Y es que en realidad lo atractivo y delirante del programa no es la propuesta o el concepto o la innovación que el programa buscaba, sino las actitudes, los gustos, las vidas y las reacciones de los protagonistas de la serie.
En verdad que llama la atención lo apasionados que son éstas personas cuando se trata de comprar reliquias, porque de eso trata la serie, sobre un grupo de amigos que tienen una tienda de cómics donde compran historietas, juguetes, etc., y otras cosas que los clientes (igual de traumados que ellos) llegan a ofrecer. Luego, en una especie de programa de radio, cuentas sus historias de vida, sí, porque vender cómics en una tienda es su vida. En serio, éstas personas necesitan ayuda.
No está tan mal, pero no por la idea de la serie, sino por los protagonistas y sus graves problemas mentales. Por ejemplo, ahí hay un wey que se llama Walt, que, si no me equivoco, su edad mental ha de ser de 12 años; en serio, Walt parece un niño de 12 años --y pensar que yo tenía un problema por seguir buscando novias de 9 años... No, esperen...--.
Estoy seguro que los de la serie no recibieron el trato adecuado por parte de sus familiares, y, claro está, de las mujeres, ya que sus rostros emanan muecas de virginidad.
Y algo memorable sucedió en el primer episodio, donde me reí bastante cuando derrepente aparece en escena un gordo vendiendo un casco de Darth Vader, y, créanme, era nada menos y nada más que el nerd que tiene una tienda de cómics en Los Simpson. Una panza enorme que apunta hacia como misil, una barba desalineada, y por si fuera poco, era calvo. Hasta comencé a sospechar y llegué a pensar que todo estaba preparado.
No es una serie tan relevante, pero sí que es chistoso ver a personas que jamás en su vida han socializado fuera de ésa tienda de cómics.
Foto | National Geographic
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