No ganó el mejor, sino el que más ganas tenía de ganar. Cruz Azul, frío, cauteloso y temeroso, se ahogó en su miedo a no perder. América, con más decisión, se aprovechó de un Cruz Azul que no entendía que estaba jugando una Final, para así conseguir el título y convertirse en el más ganador del futbol mexicano. América ganó porque quiso.
Cruz Azul está encadenado a la derrota. La gran diferencia es que en las anteriores finales por lo menos intentó romper esas cadenas malditas, pero en esta ocasión ni cerca estuvo de morir con la cara al sol. La Máquina fue una vergüenza, fue más que decepcionante; hay varias maneras de perder una Final, Cruz Azul la perdió dando pena.
No es que las diferencias futbolísticas hayan sido enormes, para nada; ambos equipos llegaban casi al mismo nivel, con la misma calidad de jugadores, la diferencia fue que América sí salió a ganar el partido. Decidido y proponiendo, quizás mostrando un mejor orden en la cancha pero sin una gran calidad y contundencia, América recibió la recompensa por jugar como se debe jugar una Final.
El partido El juego de ida fue una tomada de pelo, ahí sí ambos salieron a ratonear; infumable a más no poder, tan malo fue que hasta podríamos considerarlo un insulto. Aunque en el juego de vuelta tampoco vimos una gran Final. Tuvieron que pasar 50 minutos para ver entretenimiento y un poco de emoción. Muy poca claridad por parte de ambos equipos, sobre todo, obviamente, del Cruz Azul. América, aunque tenía mucha más posesisón, lució errático en gran parte del partido.
El juego de disputaba mayormente en medio campo, y se veía tan parejo que hasta parecía que Cruz Azul podría levantar la Copa. Por supuesto, fue el América quien hizo más por levantar el trofeo, y no hace falta decir por qué...
El encuentro, pues, fue dominado por América, pero sin ser tan contundente, aunque desde un principio se veía con más verticalidad y MÁS GANAS DE ANOTAR Y GANAR. Cruz Azul fue realmente decepcionante, fue una tristeza, una mediocridad, una mentira, una equipo lleno de complejos y temores; ¿sabían que estaban jugando una Final?
Una pusilánime actitud y una nula convicción para arriesgar y buscar algo más que pelotazos, terminaron hundiendo a un Cruz Azul ya de por sí desahuciado, sin vida y sin ganas de trascender.
La máxima expresión de este Cruz Azul timorato, fue la entrada de Andrés Rentería, viva imagen de la inoperancia y apatía del equipo. Rentería, que no luchó, no buscó ni peleó, representó perfectamente al Cruz Azul, un equipo deshecho desde el principio.
No, la Final no lo ganó el que mejor futbol desplegó, sino el que más ganas tenía de ganar, ya que la Final estaba para cualquiera; porque, sí, Cruz Azul pudo haber ganado la Final de manera gloriosa, pero sus miedos, sus fantasmas volvieron a apoderarse de él.
Foto | Mexsport
Reviewed by José L. Bravo
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10:01 p.m.
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