Durante el mes de diciembre, en México suele circular por diversos medios de comunicación una reflexión o punto de vista con respecto a la Virgen de Guadalupe que siempre me ha resultado muy peculiar y que siempre me deja pensando.
¿Y qué es lo que dice en los medios de comunicación? Pues se asevera que la Virgen de Guadalupe —cuyo día se celebra el 12 de diciembre— «es la celebración o conmemoración que más une a los mexicanos». Incluso algunos comunicadores aseguran que hasta no creyentes se adhieren a este fenómeno nacional.
Me parece bastante atrevido aseverar tal cosa. Aunque en México la gran mayoría de sus habitantes se considera católico —según las encuestas del INEGI—, no hay que dejar de lado que también están los cristianos, que los hay de todo tipo, colores y sabores, y que les da igual la celebración guadalupana o hasta la aborrecen en todos los niveles.
También tenemos a los mexicanos que profesan otras religiones, que representan un número importante en la población. Por ejemplo, en México la Iglesia de los Mormones tiene bastantes adeptos, al igual que los Testigos de Jehová —si es que no son lo mismo.
Luego están los no creyentes —como los ateos y agnósticos, que aunque son minoría, también forman una importante valla de contención ante los embates del pensamiento mágico que abunda en este país—. Y, por supuesto, los ateos y ateas no caen en este absurdo jueguito mafufero del 12 de diciembre.
Y sin contar a los que sí son creyentes pero que ni cuenta se dan que ya es 12 de diciembre y que hay que celebrar a la Lupita más famosa del país.
Y lo digo entendiendo que el tema de la Virgen de Guadalupe va más allá de una cuestión religiosa, pues se trata más de un evento tradicional, una costumbre propia de los mexicanos y que forma parte ya del imaginario colectivo, del folclor mexicano.
Entonces, si la morenita del Tepeyac no es lo que realmente une y reúne a los mexicanos, lo que realmente identifica y ubica como una nación a los mexicanos, ¿qué es lo que realmente nos entrelaza como mexicanos?
La respuesta es muy sencilla. Tan sencilla que parece broma, pero no lo es. ¿Quieren saber lo que realmente unifica a los mexicanos? Pongan atención:
Lo que realmente une a los mexicanos en un solo gremio, en un solo grupo, en un solo pueblo y nos hace sentirnos orgullosos es: la Copa Mundial de Futbol.
Más que la celebración del 12 de diciembre, el Mundial de futbol es lo que realmente mueve y une a los mexicanos.
No importan tus ideales, tu credo religioso, tus posturas políticas o tu estrato social; cuando se trata de apoyar a la Selección Mexicana ¡todos somos uno mismo! Todos nos unimos para apoyar a nuestra Selección Nacional sin importar tus creencias.
¿Puede el festejo de la Virgen de Guadalupe presumir lo mismo? No, no puede. ¡Lejos, muy lejos está de igualar lo que el Mundial es capaz de hacer sentir a los mexicanos!
Durante el Mundial, se reúnen personas que ni idea tienen del deporte que están viendo, pero gustosos y fervorosos se ponen la camiseta tricolor para apoyar al equipo de todos. El Mundial mueve emociones y pasiones en todos los niveles y nadie puede escapar de su impacto social.
Todos los mexicanos se vuelven devotos del Mundial.
Del Mundial se habla todos los días y en todos lados. El tema mundialista es abordado hasta en medios de comunicación que nada tienen que ver con los deportes. Y a nivel social ni hablamos; todos caen rendidos ante el encanto de la justa mundialista.
En México, el Mundial es algo masivo. Un evento que cala hondo, que llega hasta los lugares más recónditos del país. Todos se enteran del torneo orbital y todos quieren ser parte de él. El Mundial es simplemente irresistible para los mexicanos.
¿Puede la Virgencita decir lo mismo de su celebración? ¿Puede la Patrona de México asegurar que todo México se une sólo para rendirle pleitesía a su figura? ¡Por supuesto que no! Y si ella les habla y les dice que sí, que el país entero se reúne para celebrar su fantasmal aparición, está mintiendo; no le crean, no le hagan caso. Mejor pónganse a leer "El fin de la fe" de Sam Harris. Pero si las voces de la Virgencita son intensas, entonces visite inmediatamente al psiquiatra.
El campeonato mundial de futbol se lleva de calle a la madre de Jesús. Muerde el polvo. Se la pellizca. ¡La Virgen de Guadalupe vale madres!
Y yo creo que la Virgen lo sabe y por eso ha hecho hasta lo posible para que los mexicanitos dejen de adorar al torneo de la FIFA y se fijen más en ella y la adoren únicamente a ella. ¿Que de qué diantres estoy hablando? Déjenme responderles con un ejemplo —y luego les explico la situación.
Imaginen que un niño va con su mamá al mercado. El pequeño va contento porque su mamá le dijo que, si le alcanza el dinero, quizás podría comprarle unos Chocorroles —o alguna otra chuchería—. El niño entonces va feliz y extasiado rumbo al mercado. El niño también va muy esperanzado, pues cree que su mamá no sólo podría comprarle los Chocorroles, sino de paso también unos Cheetos o hasta unas Mantecadas Bimbo de seis piezas.
Ya en el mercado, la madre comienza a hacer las compras. Que si un kilo de filete de pollo, que si un cuarto de chorizo, que si una docena de huevos, o que si alguna que otra verdura. Mientras recorren los pasillos del atiborrado mercado, llegan a una sección donde hay de todo: desde lácteos hasta utensilios para el hogar, desde comida para mascotas hasta puestos de ropa, y por supuesto no podía faltar una pequeña estantería de juguetes.
Caminando todo quitado de la pena iba el curioso niño cuando, de repente, se topa con un aparador donde yace de pie un esplendoroso juguete de Robocop hiperrealista de aproximadamente 30 centímetros de altura. El chamaco alucina y casi babea como perro rabioso al ver la fantástica figurilla. No duda en lo más mínimo en pedirle, en rogarle a su querida mamita que se lo compre.
"Mamá, mamá, mira este Robocop... Mira, mamá, está en oferta; cómpramelo, mamá, ¿sí?, ¿me lo compras?", gritaba el niño con los ojos cristalinos y sumamente emocionado. "¿Acaso enloqueciste, menso? Apenas nos alcanzó para la cena de hoy, ¿cómo crees que te voy a comprar ese muñeco de 4,700 pesos?", engulló irritada la mamá.
"Pero, mamá, tú dijiste que me ibas a comprar algo; ¡cómprame el Robocop, mamá, cómpramelo!", insistía inocentemente el pobre infante. "Ya cállate, atarantado, y mejor ayúdame a cargar esta bolsa de aguacates", replicó nuevamente la mamá visiblemente más molesta que antes.
"Y entonces, ¿qué me vas a comprar?", preguntó resignado el niño y haciendo buches. "Toma, llévate estos Bimbuñuelos; están baratos", contestó inequívocamente la madre, ya un poco más relajada luego del exabrupto de su pequeño retoño.
Casi al borde de las lágrimas, el niño, siguiendo a su madre, se retira lenta y dolorosamente del lugar, dejando atrás aquel reluciente e inalcanzable Robocop. Pero antes de alejarse por completo, se detienen a comprar unas tortillas de harina, a poco más de un metro y medio del estante donde estaba el Robocop. En eso estaba la madre cuando de pronto observa que otro niño se acerca al mencionado estante y se queda viendo el mismo muñeco con mucha ilusión y con los mismos ojos cristalinos que su hijo.
El hijo de la señora, contemplando desabridamente los aplastados Bimbuñuelos —probablemente por eso estaban en oferta, porque estaban todos aplastados y hasta grasosos—, no se percata del asunto y se queda como menso mirando su chuchería. Y tampoco se da cuenta que su mamá se aleja del lugar para ir con el otro niño.
El otro era un niño completamente desconocido y que nunca la señora había visto. Aún así se acercó a él y amorosamente le preguntó: "¿Te gusta ese juguete de Robocop, mi niño?". "Sí...", respondió tímidamente el pequeño. "¿Tienes a alguien que te lo compre, cariño?", le preguntó con una inigualable sonrisa. "Sí, pero no creo que me lo quieran comprar; está muy caro y ya tengo muchos otros juguetes parecidos?", espeló dulce y educadamente el niñito.
"¿Quieres que te lo compre?", le preguntó delicadamente la señora mientras se acurrucaba frente al chamaquito. "¡¿De verdad?!, ¿en serio me lo compraría?", respondió sulfúrico el niño. "¡Por supuesto que te lo puedo comprar, chiquito! A ver, ven conmigo para que le preguntemos al señor si tiene uno disponible en caja o este es el único. Señor, disculpe, ¿tendrá este Robocop pero sellado, con su caja?". "No, ese es el único que tengo, seño'". "Bien, entonces nos llevaremos este. ¿Podría envolverlo o algo así?". "Claro que sí, doña".
"Muchas gracias, señor. Mira, m'hijo, aquí tienes tu Robocop nuevecito; ¿te gusta, mi vida?". "¡Sí, me gusta mucho! ¡Gracias, señora desconocida!". "De nada, lindura, ahora ve a jugar con él y espero que lo disfrutes bastante. Bye, nos vemos pronto". "¡Adiós, señora, y muchas gracias!".
Y entonces el hijo de la señora, con Bimbuñuelos en mano y más aplastados que antes, con el rostro casi desfigurado, los ojos rojos y desorbitados, con las piernas medio torcidas, con la columna vertebral casi formando un arco hacia atrás y apunto de implosionar, observa dolorosamente aquella cruel escena. No supo cómo reaccionar emocionalmente, por eso su cuerpo fue el que mayor reacción tuvo.
Su madre, con un semblante de satisfacción y como si nada hubiera pasado, regresa del otro lado y le dice: "Quita esa cara de menso y apúrate, ya se nos hizo tarde; tu papá ya va a llegar de trabajar y todavía no hemos preparado la comida. Vamos, apúrale".
Quién sabe cómo pero el niño logra esgrimir lo siguiente: "Mamá... ¿por qué a ese niño le compraste el Robocop y a mí no?". Y la mamá, con toda la calma del universo, le responde:
"¿Que no estoy yo aquí, que soy tu madre? ¡¿Qué más quieres, haragán?! Y ya cómete esos Bimbuñuelos, que caducan mañana".
El niño, con la respiración acelerada, estupefacto y muy confundido, no le quedó de otra que tomar la mano de su mamá y emprender el regreso a casa.
***
Lo que usted acaba de leer es un relato siniestro que pareciera muy alejado de la realidad pero que, de alguna manera, ocurrió en la vida real. ¡Y ocurrió con los mexicanos! Déjeme les platico.
Es el ejemplo más claro de que la Virgen María de México odia, detesta, aborrece el fervor que sienten los mexicanos por el Mundial. Tan es así, que ha hecho todo lo posible para contrarrestar la pasión mundialista de los mexicanos y para que así todos la volteen a ver.
Ocurrió en el año 2010. En vísperas de la Copa Mundial de aquel año, la Virgen morena recibía en su casa la Basílica de Guadalupe a nada menos y nada más que a los integrantes de la Selección Española de Futbol. Llegaron a visitar a su paisana la Virgen de Guadalupe y, por supuesto, los muy hipócritas también fueron a pedir un deseo, un milagro.
Ese milagrito no era otro más que ganar el Mundial de Sudáfrica 2010. Los españoles, con oraciones y demás mímica, le pidieron que por favor les ayudara a conseguir tal proeza. "Por favor, Virgencita de todos los mexicanos, ayúdanos a ganar el Mundial", suplicaron los ibéricos.
Como siempre sucede, la Virgen no dijo nada y nomás se quedó mirando hacia a un lado como siempre lo ha estado haciendo los últimos siglos.
¿Y qué creen que sucedió? ¿Qué creen que hizo la Virgen de Guadalupe con esa petición? ¡Que se los cumplió! ¡La Virgencita les hizo el milagrito! ¡¡¡LA MADRE DE TODOS LOS MEXICANOS LES REGALÓ EL MUNDIAL DE FUTBOL A LA SELECCIÓN DE ESPAÑA!!! ¡La Virgen morena, morena como los mexicanitos, la Reina de México, la Patrona de México, la morenita del Tepeyac, la madre de todas las madres! ¡La Virgencita, nuestra Virgencita de Guadalupe hizo campeón a España! Sí, a España y no a México. ¡No mames, Virgencita! ¡¿En serio?!
Al igual que aquel pobre niño que vio cómo su santa madre le compraba el Robocop a un niño desconocido, los mexicanos fueron testigos cómo ¡en sus caras! la Virgen de Guadalupe le hacía el sueño realidad a los españoles. Nunca pensó en sus mexicanos. Nunca se compadeció de sus hijos. Prefirió hacerle el milagro más deseado a los españoles ¡y no a sus propios hijos!
Cuántos mexicanos habrán pedido en aquel fatídico 2010 que México ganara el Mundial. Cuántas oraciones, cuántas misas, cuántas velas encendidas, cuántas visitas a la Basílica, cuántas ofrendas, ¡cuántas promesas hechas! ¿Y todo para qué? Para que la Virgen de Guadalupe les escupiera en la cara, se riera de ellos y les diera la espalda de la manera más cruel y atroz. Prefirió a otros en lugar de sus propios hijos.
Ese fue el día en que la Virgen de Guadalupe traicionó a sus hijos los mexicanos. Los traicionó como nunca nadie lo ha hecho jamás. ¿Y saben qué? Lo hizo a propósito. Lo hizo con desdén. Lo hizo con vehemencia. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y ni pena ni vergüenza ni remordimiento le dio. Con esas madres, mejor huérfanos.
Y al igual que el pobrecito y ficticio niño, a los mexicanos no les queda de otra que seguir colgados de las faldas de su madre la Virgencita de Guadalupe, no vaya a ser y se vuelvan todos pobres y desgraciados, ¿verdad?
"¿Que no estoy yo aquí, que soy tu madre?", se dice que dijo nuestra santa madre María de Guadalupe... Pues tú estarás aquí, pero tú pensamiento se quedó en Extremadura; por eso tanto cariño y tantos milagros para con los españoletes.
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