Prácticamente estaba retirado. Regresó, dio un combate como en sus mejores noches, y ahora resulta que se quiere retirar (otra vez).
De la mano (o mejor dicho, de los guantes) de un peleador que no fue rival, Manny Pacquiao regresó al cuadrilátero para dar su mejor pelea de los últimos años, y así, según él, retirarse del boxeo. Y se retira ganando, de manera contundente, brindando una gran noche boxística y dejando su legado en todo lo alto.
Pacquiao se retiró como todo peleador de su talla debería retirarse: colgando su nombre en lo más alto del pugilismo mundial.
Y por supuesto que nadie le cree que le haya puesto fin a su carrera, y menos ahora que demostró que está más vivo que nunca. Menos ahora que nos hizo recordar a aquel Manny Pacquiao implacable y voraz. Por instantes, ese Manny resucitó y se hizo presente en Las Vegas para decirle al mundo que todavía hay Manny Pacquiao para rato.
El ave fénix del boxeo
Nadie se imaginaba que el regreso de Manny Pacquiao iba a ser tan espectacular y lleno de vida, con todo y que en frente no tenía a un gran oponente, y más si la última vez que lo vimos había dado un pobre y penoso desempeño ante Mayweather Jr., dejando a Pacquiao al borde del retiro. Esta vez fue diferente, ya que pudimos ver a un Pacquiao revitalizado y con un ritmo y un nivel inesperado, dejando sorprendido al propio Timothy Bradley, quien pasó de noche en una pelea en la que se suponía iba a ser el aguafiestas en la despedida del "Pac-man".
Pues Breadley no fue ni la sombra de lo que decía iba a ser. Bradley fue una decepción. Por un momento, sobre todo al inicio, parecía que podría hacerle daño al ídolo filipino y competirle, pero fueron simples arranques de coraje, series de golpes esporádicos que poco daño hicieron a un Pacquiao mucho más completo; Bradley fue rebasado por un peleador ágil, rápido, contundente, preciso y que estaba inspirado y que tenía ganas de ganar. En otras palabras, Tim Bradley no estuvo a la altura de Pacquiao; el filipino fue demasiado para un peleador de muy corto alcance como lo es Bradley, y eso que Pacquiao ya no es el mismo de antes.
Manny Pacquiao fue de menos a más. Timothy Bradley fue de más a menos. Ambos tuvieron sus altibajos --lo que hizo que el combate luciera más emocionante--, donde la balanza parecía equilibrarse, pero Pacquiao era quien estaba imponiendo condiciones, y al final terminó reiterando su dominio al manejar los últimos episodios a su antojo.
El estadounidense se dio cuenta que defendiendo no era el camino para la victoria, ya que Pacquiao lograba conectar casi todos sus golpes, así que Bradley intentó hacer una pelea más ofensiva, pero fue en vano ante un filipino con mejores condiciones y más recursos. Bradley se fue dos veces a la lona, y terminó perdiéndose en un mar de confusión al no saber qué hacer ante un Pacquiao que estaba convertido en un tigre.
Claro está, la casi apabullante victoria de Pacquiao sobre Bradley se debió, en gran parte, por el nivel del estadounidense; Bradley fue quien hizo que Pacquiao luciera y se "retirara" como los más grandes; ante un boxeador de mayor talla, de mayor calidad y con más talento, muy difícilmente Manny hubiera salido con vida. Arriba del ring, Manny parecía tener 32 y Bradley 37; las edades se invirtieron. Así de grande fue la diferencia.
Manny tiene mucha razón cuando dice que pensará sobre su retiro definitivo, que hasta el momento es temporal, ya que él más que nadie sabe que, básicamente, no le ganó a nadie. Sí se vio en buen estado físico, sí mostró gran pegada y exhibió su toque que todavía no ha perdido, pero ante un rival que en la mayor parte de la pelea se puso de pechito.
Manny Pacquiao mostró condiciones para seguir unos años más en el boxeo, aunque el rival a quien venció nos deja dudas sobre si aquel Manny Pacquiao que todo mundo añora regresó, o fue simplemente una ilusión.
Foto | Getty Images
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