La quinta y antepenúltima reelección de Porfirio Díaz

General Porfirio Díaz, Presidente de México de 1876 a 1911 | Ximinia

En 1900 México vivió inmerso en un clima de gran nerviosismo político, primero, porque Porfirio Díaz dijo que "un viejo gobernante de 70 años no es lo que necesita una nación joven y briosa como México". Segundo, porque a esta declaración se sumó una "reuma de cuello" del Primer Mandatario, que lo mantuvo temporalmente alejado de la administración pública.

Ante estos acontecimientos, dos hombres del gabinete vieron cercanas las posibilidades de acceder a la silla presidencial: José Ives Limantour, secretario de Hacienda, y Bernardo Reyes, titular de Guerra, quienes pronto contemplaron cómo quedaban truncas sus aspiraciones, pues tras una nueva farsa electoral, el Congreso reeligió por quinta ocasión al general oaxaqueño.

Así, Porfirio Díaz, el "hombre necesario", volvía a quedar al frente de la nación —según él, gracias al voto del pueblo—, una nación en la que los agravios se acumulaban, una nación que, en teoría, seguía siendo una República, pero que en los hechos se había convertido prácticamente en una monarquía, donde Porfirio Díaz se erigió en rey.

El porfiriato, que abarca de 1876 a 1911, comprende siete periodos presidenciales llegados a término y un octavo sin concluir. En ese lapso se da un paréntesis de cuatro años, de 1880 a 1884, cuando Manuel González ocupa la Presidencia.

El 24 de mayo de 1911, una muchedumbre compuesta por profesionistas, estudiantes, comerciantes y empleados del gobierno denunciaban en la Cámara de Diputados ¡la renuncia!... ¡la renuncia! Los gritos y las amenazas eran ensordecedores. "Que muera Díaz y viva Madero" fueron las consignas.

Un día después, Porfirio Díaz dimitía de su cargo como Presidente de México:

El pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores, que me proclamó su caudillo... se ha insurreccionado en bandas milenarias, armadas, manifestando que mi presencia en el supremo Poder Ejecutivo es causa de la insurrección. No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara este fenómeno social; pero permitiendo, sin conceder, que puedo ser culpable inconsciente... y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución federal, vengo ante la Suprema Representación de la Nación a dimitir al cargo de Presidente Constitucional con que me honró el voto nacional.

Acababa, así, el largo periodo de Porfirio Díaz al frente de la nación.

Después de la caída del general Díaz, Francisco León de la Barra, asumió interinamente la Primera Magistratura del país y convocó al pueblo de México a participar ese mismo año en los comicios del mes de octubre. La fórmula Madero-Pino Suárez resultó la ganadora.

El 27 de mayo de 1911, Porfirio Díaz aborda el buque Ipiranga y viaja junto con su familia a Europa; muere en París el 2 de julio de 1915.

Qué bueno que esos tiempos ya no existen más, ¿verdad? ¿Se imaginan regresar a esas épocas donde los gobernantes se reelegían una y otra vez? Es un alivio tener a mandatarios que ya ni siquiera coquetean con la reelección, porque además la Constitución se los prohíbe. Qué bueno que los porfiriatos ya sólo son parte de la historia antigua de México. ¡Qué bueno vivir en un país verdaderamente democrátivo, ¿verdad? que sí!



Foto | Archivo


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