Los mártires verdaderos

Valerosos pensadores se atrevieron a cuestionar las fábulas de la iglesia. Su castigo, en nombre de Dios, fue morir de las formas más atroces. Su mayor herejía fue ser racional.

He aquí aquí algunos de los verdaderos mártires; que murieron en nombre del conocimiento.

—1546: Etienne Dolet, impresor y comerciante francés en libros, apasionado del aprendizaje, fue puesto en prisión varias veces por su abierta crítica de la iglesia.

Fue condenado por ateísmo y quemado vivo en Lyón, junto con sus libros, dejando a su familia en la miseria.

—1553: Miguel Servet, el médico español quien descubrió la circulación pulmonar de la sangre (un avance sobre Galeno) huyó de la inquisición y se sintió seguro entre los protestantes.

Error grande.

Herejes.

Juan Calvino, el puritánico "papa Protestante" en Ginebra, probó sus credenciales cristianas haciendo quemar en la hoguera a Server, por herejía. Server había criticado la Trinidad, y el bautismo infantil.

—1589: Francis Kett, tutor en Bene't (Corpus Christi), Cambridge, expresó dudas de que Jesús puede no haber sido el gran moralista que los cristianos creían.

Por su audacia fue convertido en cenizas.

—1600: Giordano Bruno, Italiano filósofo quien enseñó en París y en Wittenberg, pagó el máximo precio por pensar por su cuenta.

Luego de languidecer por siete años en los calabozos de la inquisición, donde fue torturado numerosas veces, fue condenado a ser quemado en la hoguera.

Bruno había tenido la audacia de sugerir que el espacio carece de límites, y que el Sol y los planetas no son únicos.

—1619: Lucilio Vanini (llamado también 'Giulio Cesare').

Filósofo, profesor, y librepensador, en 1616 el monje ex-Carmelita Vanini imprudentemente publicó sus pensamientos en "De admirandis naturae reginae deaeque mortalium arcanis" ("De los maravillosos secretos de la reina y diosa de los mortales, la naturaleza").

Sus ideas incluían la posibilidad de la evolución humana a partir de primates, y la negación del alma inmortal.

Vanini rechazó el cristianismo como una ficción, inventada por los sacerdotes, y pidió explicaciones naturales para los milagros. Como resultado tuvo que huir de un lugar a otro, esquivando la persecución católica.

Pero fue conducido a Toulouse, condenado, su lengua le fue cortada, fue estrangulado y quemado.

Todos ellos (entre otros tantos más) murieron de la manera más inhumana posible el simple hecho de ¡contradecir la palabra de Dios!