Todos vimos el gran espectáculo de Nik esperando a que se cayera y se matara.
El pasado domingo 2 de noviembre, el psicópata Nik Wallenda lo volvió a hacer, esta vez fue en la ciudad de Chicago donde intentó suicidarse; el reto ahora fue cruzar dos edificios en la ciudad de los vientos, y el muy desgraciado lo logró.
Nik Wallenda es un acróbata con un talento impresionante para arriesgar la vida. La última vez que lo hizo fue en el Gran Cañón, donde después de 42 horas pudo cruzar de un lugar a otro sin hacerse daño. Esta última hazaña en el Gran Cañón fue televisado por Discovery Channel, quien es el sádico patrocinador y animador de Nik, que contentos con las locuras de su producto, volvieron a montar un auténtico circo con las locuras de Wallenda, en lo que los de DS llaman #EnLaCuerdaFloja.
La nota aquí no es que Nik haya podido realizar tal hazaña, o la increíble destreza que posee, sino el morbo que provoca ver a una persona arriesgando su vida de tal manera. Porque, dígame una cosa: ¿usted vio la transmisión para ver el gran talento de Nik Wallenda y si podía lograr cruzar de un punto a otro? Claro no, usted y yo vimos el programa para si se en algún momento se caía y se mataba. O sea, todo queríamos que se matara, lo demás no importaba. Y si usted me dice que vio el evento porque es fascinante todo el espectáculo y capacidad de este hombre, entonces usted es un mitómano que necesita ser atendido inmediatamente.
Todos vimos el gran espectáculo de Nik esperando a que se cayera, es la única verdad, lo demás son tonterías de hipócritas enfermos.
Ver a Wallenda en la cuerda floja es ver otro forma de suicidio; nadie se perdía ni un segundo de transmisión para ver si se resbalaba y caía al abismo. Lamentablemente no cayó y no se mató, y la sensación fue de desagrado, porque yo quería que se cayera, ya que el chiste de todo esto es eso, jugar con la muerte y el morbo del espectador que está sediendo de muerte, sangre y contenido sádico.
Ahora queda esperar para el próximo reto del acróbata que evidentemente le falta un tornillo en la cabeza, para ver si ahora sí se mata de una vez por todas, porque esto de echarnos varias horas de programas para que luego salga ileso, no tiene caso.
Foto | AP
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